Alfred Hitchcock, conocido como el «Maestro del suspenso» por su innovador trabajo en el cine, no suele asociarse con historias de amor. Sin embargo, su relación personal con la ciudad de Marrakech en Marruecos a menudo se describe en términos románticos. Marrakech, con su cultura vibrante, atmósfera exótica y paisajes coloridos, capturó la imaginación de Hitchcock y dejó una huella indeleble en su vida y obra.
La fascinación de Hitchcock por Marrakech se remonta a mediados de la década de 1950, cuando visitó la ciudad por primera vez. Fue durante el rodaje de «El hombre que sabía demasiado» En 1956 comenzó la historia de amor de Hitchcock con Marrakech. Los bulliciosos zocos, las calles laberínticas de la medina y las majestuosas montañas del Atlas proporcionaron un pintoresco telón de fondo para su visión cinematográfica.
Atraído por el misterio y la intriga
Uno de los aspectos que atrajo a Hitchcock a Marrakech fue su sentido de misterio e intriga. El exotismo y el enigmático encanto de la ciudad resonaron profundamente con su sensibilidad cinematográfica. Era conocido por deambular por las estrechas callejuelas de la medina, empapándose de las vistas, los sonidos y los olores de esta antigua ciudad. Marrakech, con su yuxtaposición de tradiciones antiguas e influencias modernas, ofreció una inspiración infinita para el director conocido por su dominio del suspense.
Un sabor de hospitalidad
Más allá del atractivo estético, Marrakech ocupaba un lugar especial en el corazón de Hitchcock por su hospitalidad y calidez. Desarrolló afición por la cocina marroquí, en particular por los sabrosos tajines y el aromático té de menta. La hospitalidad del pueblo marroquí le dejó una impresión duradera y, a menudo, hablaba con cariño de sus interacciones con los lugareños durante sus visitas a Marrakech.
Marrakech en la obra de Hitchcock
El amor de Hitchcock por Marrakech también se refleja en su obra. La ciudad sirvió de telón de fondo para varias de sus películas, aunque en ocasiones disfrazada de otras localizaciones. En «El hombre que sabía demasiado,» Marrakech sustituye a la ciudad ficticia de «Ambrosio.» La escena culminante de la película, ambientada en la bulliciosa plaza Jemaa el-Fna, captura la energía caótica del famoso mercado de Marrakech.
Además, Hitchcock filmó partes de «El hombre que sabía demasiado» en varios lugares emblemáticos de Marrakech, incluido el impresionante Palacio de la Bahía y la histórica Mezquita Koutoubia. Estos lugares contribuyeron a la autenticidad y riqueza de la representación de Marrakech en la película.
Un santuario de Hollywood
Además de su atractivo cinematográfico, Marrakech proporcionó a Hitchcock una sensación de escape de las presiones de Hollywood. Los tranquilos jardines de los palacios de la ciudad le ofrecieron un respiro del ajetreo y el bullicio de Tinseltown, permitiéndole recargar energías y encontrar inspiración en un entorno sereno.
El afecto duradero
La historia de amor de Hitchcock con Marrakech continuó durante toda su vida, y a menudo regresaba a la ciudad cuando buscaba inspiración o relajación. Su conexión con Marrakech sirve como testimonio del encanto atemporal de la ciudad y su capacidad para cautivar la imaginación incluso de los narradores más exigentes.
La historia de amor de Alfred Hitchcock con Marrakech es una historia de fascinación, inspiración y admiración. El encanto exótico, la rica cultura y la cálida hospitalidad de la ciudad capturaron el corazón del director y dejaron una huella indeleble en su vida y obra. Marrakech, con sus calles laberínticas, sus bulliciosos zocos y sus majestuosos paisajes, proporcionó el telón de fondo perfecto para la visión cinematográfica de Hitchcock, y su afecto duradero por la ciudad sirve como testimonio de su encanto atemporal.